27 junio 2007

Biblioteca de oro de misterio,

en el ABC de los domingos


La edad de oro policíaca.
Por Fernando Martínez Laínez.

No conozco muchos goces comparables a la lectura de una novela policíaca en la placidez del dolce far niente veraniego. Especialmente de esas novelas con ilustraciones interiores de la legendaria colección de Editorial Molino «Biblioteca Oro», de tapas amarillas, que alimentaron los sueños de tantos lectores allá por los años 40 y 50 del pasado siglo.

La novela criminal científica heredada de Sherlock Holmes, representada en los doce títulos de la muestra reunida por ABC, desafía las facultades especulativas del impaciente lector y sigue una serie de pasos obligados: el asesinato que configura un misterio, la aparición de pistas, la investigación de los hechos y la solución del problema.

«Whodunit». En este tipo de narración, conocido en inglés como whodunit, el suceso criminal en sí es mucho menos importante que el problema alrededor del cual gira la pesquisa; y siempre hay dos historias: la del crimen y la de la indagación, sin ningún punto en común, pues una de ellas (la criminal) termina cuando empieza la otra.

En la novela-enigma o novela-problema se sacrifica el realismo a la dimensión abstracta del relato. Se trata de dar solución intelectual, siguiendo pautas lógicas, a lo que parece inexplicable, dejando caer pistas al lector para que este tenga la sensación de participar en el duelo intelectual que el autor le propone, sin causas sobrenaturales ni casualidades increíbles. Todo se basa en la premisa de que nadie puede dejar de interesarse por el crimen, sobre todo cuando se contempla desde la placidez del que se siente a salvo protegido por la infranqueable pantalla de la irrealidad.

Pero si las pautas de la novela-enigma se repiten, no ocurre lo mismo con los personajes: arquetipos detectivescos de inteligencia diamantina, máquinas pensantes que escoltaron las holganzas de una generación que, seguramente para paliar las penurias y desdichas de postguerras y entreguerras, dejaba volar la imaginación hacia esferas inalcanzables: Hawai, mansiones californianas, residencias millonarias en Nueva York, los viejos muelles de Londres o la verde y apacible campiña inglesa. La figura del detective se convierte en una fuerza sobrenatural que imparte justicia al margen, casi siempre, del poder oficial, desde un tipo de moral aristocrática superior al del «vulgar» policía encargado de mantener el orden.

Células grises. El primero de estas lumbreras deductivas, producto de la incombustible Agatha Christie, es el detective belga Poirot, refinado gastrónomo y bon vivant, cuyo fuerte son las «pequeñas células grises». A su nivel en lucidez justiciera está Perry Mason, la criatura de Erle Stanley Gardner, el superabogado defensor que no solo se limita a demostrar la inocencia de sus clientes, sino que además descubre a los verdaderos culpables y mantiene a raya a su pertinaz rival: el fiscal de distrito Hamilton Buerger.

No menos famoso en los años 30 fue Charlie Chan, sargento de la policía de Honolulú de origen chino, padre de doce hijos y portador -por obra y gracia de su autor, el norteamericano Earl Derr Biggers- de todos los dones de la ancestral sabiduría confuciana. Chan es un chino amable y servicial, contrapunto del «peligro amarillo» representado por Fu-Man-Chú.

Quizá el más esnob y excéntrico de todos los detectives de esta selección de la «Biblioteca Oro» sea Nero Wolfe, sibarita, misógino y voluminoso, aficionado a la cerveza y las orquídeas, que habla siete lenguas y casi nunca abandona su lujoso ático de Manhattan. Apenas le hace falta pisar la calle, ya que le basta con su «intuición diabólica».

Otros muchos criminales y héroes se dan cita en estas páginas de sabor clásico que, sin duda, seguirán deparando emociones, guiños, complicidades olvidadas y momentos gratificantes a los buenos aficionados a la novela policíaca.

Bibliófilos y lectores están de enhorabuena. Por fortuna, el verano ya ha llegado, y con él un puñado de mitos de la literatura de misterio. No se lo pierdan.

L'H CONFIDENCIAL 54

Agatha Christie, la dama del crim: Hercule Poirot / Miss Marple

El nuevo número del fanzine del Club de Lectura de Novela Negra de la Biblioteca la Bòbila está dedicado a la dama del crimen, Agatha Christie, y contiene una lista de los títulos y ediciones que se pueden encontrar, de ella y sobre ella, en el fondo especial de género negro y policíaco de la Bòbila.

Un monográfico que se complementa con una pequeña biografía y los personajes más representativos de las novelas de Agatha Christie.

Descárgatelo pinchando aquí

L'H Confidencial

Biblioteca la Bòbila
Fondo Especial de Género Negro y Policiaco
Pl. de la Bòbila, 1
08906 L'Hospitalet
934 807 438
biblabobila@l-h.cat
www.bobila-biblio.tk

Sabores que matan, de Raquel Rosemberg



Raquel Rosemberg. Sabores que matan: comidas y bebidas en el género negro-criminal. Buenos Aires: Paidós, 2007 (Diagonales).

En este libro Raquel Rosemberg propone un recorrido curioso y original: seguirles los pasos —rastreando en novelas, películas y ensayos a los criminales más legendarios, a los detectives más célebres, a las mafias protegidas por sus pactos de silencio. El objetivo de la búsqueda es comprender a estas figuras desde una perspectiva inesperada: describir qué comían, qué bebían, cuáles eran sus más íntimas preferencias o desagrados en materia gastronómica, para desnudarlos, dejando al descubierto sus señas de identidad y de pertenencia cultural, su condición social y sus estilos de vida.

Los detectives de la serie negra norteamericana, como Philip Marlowe, no comen, no fuman, ni eligen los mismos tragos que Hercules Poirot o Sherlock Holmes; las víctimas y victimarios de A sangre fría, de Truman Capote, se difrencian trágicamente no sólo por su rol en la historia, sino también por lo que comen y beben y, sobretodo, porque su elección en la mesa refleja lugares sociales irreconocibles. En este sentido, Manuel Vázquez Montalbán y Pepe Carvalho, su hijo ficcional, han encontrado en el mundo de los sabores una de sus notas características; para no hablar de Hannibal Lecter, quien, aun marcado por el canibalismo, uno de los estigmas más censurados por la cultura, no abandona sus pasiones gourmet. Intercalados en cada capítulo, aparecen consejos y recetas de cocina —el paso a paso para saborear el sake japonés o para preparar un buen pesto italiano—, que ofrecen al lector los pormenores cotidianos de las celebridades retratadas en el libro.

Así, sin caer en el mero inventario de anécdotas, la autora se acerca a las figuras del género negro a partir de la comida y la bebida, con la convicción de que tanto una como otra son marcas culturales de primer orden, indicios de un modo de vida (social o individual), huellas posibles de seguir para captar "algo" decisivo de cada personaje o situación.

Radiografía gastronómica o cultural del crimen, la apuesta de este libro es poner la lupa sobre aspectos del género considerados laterales, volverlos el centro de atención y condimentar por esta vía los dos mundos: el circuito clandestino del crimen y la fruición de los sabores.

Raquel Rosemberg nació y vive en Buenos Aires. Es licenciada en Comunicación Social, periodista gastronómica, editora de la revista El Conocedor (Buenos Aires, Argentina) y redactora del suplemento "Ollas y Sartenes" del diario Clarín (Argentina). Se desempeña además como cronista-jefe de la Guía de Restaurantes de Buenos Aires de Fernando Vidal Buzzi, como colaboradora de la revista de gastronomía Mira Quién Vino y como corresponsal de la biblioteca La Bòbila, de L'Hospitalet (Barcelona), especializada en género negro. Éste es su primer libro, donde reúne artículos que fue escribiendo a lo largo de su carrera para diversos medios. Los primeros se dieron a conocer en Pistas, la recordada publicación especializada en policiales, dirigida por el periodista Enrique Sdrech.

La última novela de Elmore Leonard


Elmore Leonard. Persecución mortal. Traducido del inglés por Catalina Martínez Muñoz. Madrid: Alianza, 2007 (Alianza Literaria).

"El Mirlo creía que estaba bebiendo en exceso por vivir en ese hotel tan cerca del Silver Dollar, justo en la puerta. Tenía que hacer un esfuerzo para pasar de largo. Ir andando por Spadina Avenue, ver el puñetero cartel del Silver Dollar, los cientos de bombillas que te daban en la cara, y no dejarse atraer. Tomar un par de copas antes de subir a su habitación, con ese techo que parecía un mapa de carreteras, todo lleno de grietas. Tal vez la culpa de que bebiera en exceso fuera de la gente que frecuentaba el Silver Dollar y sólo hablaba de los Blue Jays. Pensó que iba siendo hora de largarse de allí, de dejar Toronto y el Hotel Waverley para no beber tanto y no sentirse tan mal por la mañana. Seguir cualquiera de las grietas del techo." Capítulo 1º (fragmento) Wayne y Carmen Colson ignoraban cómo les iba a cambiar su vida el hecho de estar aquel día en la agencia inmobiliaria y ser testigos de una extorsión por parte de dos matones. Uno de los sicarios, Armand Degas, de origen indio ojibway, no podía dejar pasar este incidente y juró vengarse de los Colson. No sólo porque habían visto demasiado, sino también y, sobre todo, por la paliza que Wayne les propinó a él y a su compinche, Richie Nix. Ante el drama de los Colson, la policía de una pequeña ciudad en mitad de la nada del Estado de Michigan no puede hacer gran cosa para protegerles, sólo recomendarles que se acojan al Programa de Seguridad de Testigos. Elmore Leonard, un clásico vivo de la novela negra norteamericana, fiel heredero de Hammett y Chandler, nos deslumbra nuevamente con esta Persecución mortal. Su estilo vertiginoso, que atrapa al lector desde la primera línea, sus diálogos ingeniosos y contundentes, y sus magníficos retratos psicológicos nos sumergen en una trama angustiosa en la que dos simples y comunes ciudadanos se van a ver envueltos en una pesadilla de la que van a tener que salir, si pueden, solos y por sus propios medios. En esta novela, Leonard hace una palpitante denuncia de la soledad, la desprotección y la impotencia del ciudadano de a pie ante lo adverso. Dejando en evidencia que, al final, todo quedará entre una mujer, su marido y dos asesinos en una Persecución mortal.

Elmore Leonard nació en Nueva Orleáns, en 1925. Tras servir en las fuerzas navales durante la Segunda Guerra Mundial, estudió Literatura en la Universidad de Detroit. Al terminar la carrera trabajó, hasta finales de los sesenta, como creativo en una agencia publicitaria. A partir de ese momento se dedicó por entero a la literatura. Su obra roza la cuarentena de novelas, muchas de las cuales han sido llevadas al cine con éxito por directores como Tarantino o los hermanos Coen. Entre los numerosos galardones cosechados en su prolífica carrera literaria cabe destacar el premio Cartier Diamond Dagger 2006, que le ha otorgado la Asociación de Escritores de Novela Negra en reconocimiento a toda su obra, y haber sido nombrado Gran Maestro por la Asociación Norteamericana de Escritores de Misterio.

Montse Sánchez nos dice...

Colgando de un hilo


Colgando de un hilo. Laura Lippman

Muy bien escrita. Buena combinación de comentarios de la vida cotidiana, con juegos de respuestas ingeniosas, no exentas de una mirada un tanto cínica, en el mejor estilo del cine y novela negra.

Descripción de personajes llenos de matices, complejos, irónicos y creíbles, incluso los niños.
Fino sentido del humor, especialmente de lo que (siguiendo un tópico) podríamos llamar “humor judío”. No faltan reflexiones sobre conductas morales y dilemas éticos, en las que no podía faltar, of course, el sentimiento de culpa.

La investigadora, Tess, es una (medio) judía no practicante, que pese a ello se encuentra muchas veces defendiendo o rechazando juicios y prejucios sobre lo que es ser judío o pertenecer a esa comunidad. (Como catalana no nacionalista, pero catalana, me he sentido identificada).

Vamos a la trama.

Está escrita desde el punto de vista de un observador omnisciente. Gira en torno a una esposa que abandona al marido llevándose a sus tres hijos. El marido es un judío ortodoxo, que rechaza dar un apretón de manos a una mujer. La autora inicialmente te predispone contra él, haciendo que lo veas como un fanático religioso y sientas, lógicamente, empatía por la victima, la pobrecita y guapa y abnegada esposa.

Poco a poco, muy poco a poco, el judío ortodoxo va dibujándose como un hombre ingenioso, honesto, sutil, capaz de explicar y defender de manera inteligente sus convicciones religiosas, que prefiere pertenecer a una comunidad (aceptando los deberes y obligaciones que ello comporta) a las tendencias individualistas de la investigadora.

El judío ortodoxo, el marido, Mark o Mhoses, según con qué comunidad se relacione, me ha sido de gran utilidad para ver como es posible compatibilizar el ser un (rico) comerciante con las imposiciones o limitaciones que la ortodoxia de su religión le impone.

La intriga radica no en saber quién es el asesino, sino “por dónde van los tiros”, lo que va descubriéndose de forma lenta, pasada ya la mitad del libro. Una vez sabes cuál es el juego de la encantadora esposa el final es previsible, lo que agradezco sinceramente. Un final “a la americana” con sorpresa sacada de la chistera y persecución trepidante hubiera estropeado la novela.

No me extiendo más.

Montse Sánchez